19 de octubre de 2025

Toxicología laboral: Necesidad de generar conciencia y visibilidad

Dr. Guillermo Lermanda Holmgren

Sociedad Chilena de Medicina del Trabajo (SOCHMET).

En Chile, hablar de intoxicaciones laborales es hablar de un problema del que sabemos poco y que enfrentamos aún menos. No es fácil encontrar cifras públicas sobre muertes causadas por esta razón, porque hoy no es obligatorio notificar todas las intoxicaciones que ocurren en los lugares de trabajo. Esta falta de datos hace difícil estimar cuántas vidas se pierden cada año por exposición a sustancias tóxicas en el ámbito laboral, lo que dificulta también diseñar políticas efectivas de prevención. La única excepción son las provocadas por plaguicidas, que deben ser informadas a la autoridad sanitaria, según lo instruido en el Decreto N° 88 del 17 de mayo 2004 del Ministerio de Salud.

Un error frecuente es pensar en la intoxicación laboral solo como un evento agudo, dramático y evidente. Sin embargo, en muchos casos, existen agentes de acción más discreta, que causan daño por exposición mantenida en el tiempo. Por ejemplo, la exposición a polvos como sílice o asbesto puede producir neumoconiosis y cánceres, la exposición a solventes puede producir irritación de la piel y de las vías aéreas, además de otros problemas de salud, y como estos hay más ejemplos de una realidad a la que no podemos estar ajenos: la acumulación de pequeñas dosis repetidas en el tiempo puede transformar el trabajo en un factor desencadenante de enfermedades profesionales, a veces irreversibles.

El sector agrícola es, sin duda, el más visible en esta materia, precisamente porque la normativa obliga a notificar los casos sospechosos o confirmados de intoxicación por plaguicidas. Pero limitar el problema a ese rubro sería un error. En minería, construcción, manufactura y en múltiples otras actividades, la exposición a agentes químicos es cotidiana y a veces subestimada. El gran desafío es que, a diferencia de una fractura o una quemadura, los síntomas de una intoxicación pueden confundirse con enfermedades habituales como un resfrío, una crisis asmática o un cuadro digestivo. Por eso, para poder sospechar y diagnosticar lo primero es siempre considerar el antecedente de exposición: saber con qué sustancias trabaja la persona, contar con información sobre las características toxicológicas de producto y educar a los trabajadores para que puedan identificar señales de alerta.

La prevención es clave, pero requiere información. Si Chile implementara un sistema de notificación obligatoria y detallada de todas las intoxicaciones, independiente de su origen, ganaríamos una herramienta poderosa para la salud pública: podríamos identificar los sectores y agentes más riesgosos, preparar al personal de salud de manera específica para dar respuesta adecuada y educar a las comunidades y trabajadores con evidencia clara y local. Además, tendría un efecto positivo el diseñar e implementar procesos de vigilancia y monitoreo, incorporando nuevas tecnologías. Si bien la tecnología ayuda, la conciencia es insustituible. Ningún equipo de detección o medición será útil si las personas no saben qué vigilar o si las empresas no tienen suficiente claridad sobre los agentes a los que exponen a sus trabajadores. En última instancia, la clave está en reconocer que la toxicología laboral no es el manejo de accidentes aislados, sino la forma de responder a un desafío estructural que exige regulación, vigilancia y una cultura de prevención.

Chile tiene la oportunidad de avanzar hacia una vigilancia más efectiva si logramos mayor visibilidad de la exposición laboral a agentes con potencial de toxicidad aguda o crónica, logrando que la prevención se base siempre en la evidencia.

 

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